viernes, 16 de noviembre de 2012

SOMOS


NOSOTROS
Solo cuando olvidemos el YO para dar paso al NOSOTROS, habremos cerrado una parte importante del ciclo evolutivo del ser humano”
No existe otra forma de vivir en PAZ.


SOMOS
Ahora pienso que los gloriosos años 60 de los que todo el mundo habla con nostalgia, a mí se me pasaron por alto junto a sus loables movimientos sociales, quizás por que por entonces viviera una época que, sin valorar en toda su magnitud, tuve más libertad que nunca en esta vida y un contacto directo con esa naturaleza virgen que aun hoy, en la recta final de mi existencia, añoro incluso con todos sus peligros
 
Sólo en el invierno de mis fracasos me concedí el placer de soñar con el amor sincero, rechazando principios impuestos que siempre me hicieron sufrir.

La memoria suele ser traicionera cuando uno más la necesita, pero esto es algo lógico y patrimonio exclusivo de los hombres comunes que son mayoría. Los genios son excepciones y yo, no me encuentro ni siento parte de ellos.

Leyendo días pasados a Terenci Moix me llamó la atención la referencia a un pensamiento de Kasantzakis que decía: NADA CREO, NADA TEMO, SOY LIBRE. Me tomé el atrevimiento de incluir al principio del pensamiento: MADA SOY, porque en realidad y tanto si soy como si no soy, deberíamos acostumbrarnos a decir: SOMOS.

Si pudiera escribir este extraño epitafio en mi lápida, más de uno pasaría frente a mi tumba y se reiría al leerlo, suponiendo que estaba escrito por un loco lleno de fantasía; un farsante, pero si en cambio pusiese: Aquí yace el burro más idiota que existió, seguramente todos dirían: hay que ver, que sinceridad tenía el tío. Porque todos, y de alguna forma presionados por un parasimpático que se salta la torera en forma de subjeción, nos sentimos burros e idiotas, corriendo hipnotizados tras la zanahoria del poder, pendiendo del hilo de sus caprichos.

Recuerdo cosas insólitas, como ser que cuando tenía 6 años, mi padre entró un día eufórico corriendo a casa al tiempo que gritaba: terminó la guerra. Era el año de 1.945 y yo. Entre asombro y curiosidad infantil, pregunté: ¿Qué es la guerra? Aquí la memoria me traiciona, porque supongo que me lo explicaron pero aún hoy, sigo sin entenderlo.

Pasé durante la mayor parte de mi vida, primaveras y veranos en la más absoluta inconsciencia y montado en un carro completo de irresponsabilidades insólitas; no de aquellas que se apartan de un orden establecido por conveniencias de Estado, sino humanas, que son las únicas de las que realmente me arrepiento.

Rompí con valores que mi propia consciencia me dictaba y eso no está bien, aunque al final terminó por hacerme más humano, más crítico conmigo mismo, y más buscador del Nosotros que del Yo.

Esto vino a suponer en el ocaso de mi carrera por vivir, el único triunfo que ostento y pretendo hacerlo extensible a todos mis semejantes. EL FINAL DEL PROTAGONISMO SERÁ EN PRINCIPIO DE LA SOCIEDAD RACIONAL.

El día que el gran científico descubridor de la panacea que salve a la raza humana de todos sus males, comprenda que es tan protagonista de semejante hazaña, como la señora analfabeta que limpiaba su casa y cuidaba a sus niños para que el pudiera oficiar de descubridor, todo habrá empezado a cambiar para bien y sobre todo, para bien común.

No podemos por ética social, destrozar esa esencia que sostiene encadenada, la propia esencia social, adjudicando méritos individuales que hasta los más insignificantes, se han conseguido con el concurso de muchos.
 
Edison inventó la “lamparilla eléctrica” entre otras muchas cosas; su nombre sonó, suena y sonara por siempre en todos los confines de la tierra. Pero los nombres de sus colaboradores, que pasaron noche tras noche en vela controlando las locuras del genio, aportando ideas y sin cobrar durante varios meses, de esos, nunca se sabrá nada.

Fue la lamparilla como muchos otros logros el triunfo de un conjunto, un mérito de la humanidad, pero el premio, la gloria y hasta la bella Dafne, llevó en su cabeza el protagonismo de un solo hombre, en sus ansias de ser superior al resto sin serlo ni merecerlo, ya que su egoísmo rompió el equilibrio social.

NADA SOY, NADA CREO, NADA TEMO, SOY LIBRE. Este pensamiento modificado a mi antojo, lo tengo medio arraigado en mi estúpida consciencia que muchas veces me hace valorar erróneamente las cosas, quizás, porque aún le queden algunas manchas de criterios impuestos por lavar.

Se que NADA SOY, o en todo caso mínimamente parte de un conjunto. No creo en lo que por norma impuesta creen los demás, creo en el hombre, por lo tanto y tal como está montado el sistema, NADA CREO.

NADA TEMO, es verdad, porque asumo la muerte con la misma alegría que asumí la vida cuando fui consciente de ella, ¿pero?, no tengo el pensamiento filosófico totalmente arraigado porque no me siento LIBRE, ya que para serlo, tendría que ser mi libertad la libertad de todos, en esta cadena de una sociedad que, para favorecer a unos pocos en premio por sus protagonismos, va dejando eslabones humanos tirados por el camino y empieza a resultar ya, más corta que la confesión de un santo.

Ni en el amor nos libramos de esta lacra. Yo fui víctima del protagonismo en la conquista y luego en el hogar. Mis mujeres por su lado hicieron otro tanto, y así nos fue; tires y aflojes permanentes por ver quién era más que quien, terminando siempre con los sufrimientos de amores perdidos y clamando respuestas que no existen.

Duelos y más duelos renacentistas en los que ambos contendientes hacían diana siempre en plena convivencia, que moría indefectiblemente en medio de horribles estertores que prefiero no describir. Al final, todos infelices, gritando idiotas frente a los espejos, y los más fuertes, insistiendo en buscar una felicidad que tuvieron en sus manos para que, en caso de volverla a encontrar, tirarla inconscientemente a la mierda por mantener un status social que les hagan creerse superiores al resto, sin una base racional que respalde tan trasnochado pensamiento.

QUIEN PRETENDA SER ALGUIEN SUPERIOR EN ESTA VIDA, NUNCA SABRÁ QUIEN ES.

SOMOS, y no, SOY. Todos a la vez pondremos al mundo en su sitio
Ahora medio entiendo lo que pasó en los años 60. Lástima que fueran en el fondo, vanas ilusiones…

Nota: (Kasantzakis – Poeta griego que escribió 33.333 versos en honor a Homero)
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Mario R. Masjoán