Sueño como siempre, y me veo viviendo
700 años antes de Cristo, en una pequeña ciudad griega del Asia
menor, rodeado de trabajadores, picapedreros, corrales, carros
cargados con diversas cosas, filósofos intrascendentes sentados bajo
las copas de los grandes árboles y rodeados de personas escuchando
sus deducciones.
Algunos esclavos encerrados entre
palizadas, preparados para realizar los trabajos más duros y, dentro
de una vivienda hecha con ladrillo cocido y techo de vigas de madera
y cañazo a dos aguas, un grupo de dirigentes reunidos, ideando un
sistema político nuevo, que respete la libertad y los derechos del
pueblo.
Discutían las formas de aplicar la
igualdad, consultando con pseudofilósofos que se empeñaban en decir
que si el poder no se asentaba en el pueblo, las leyes que dictaran
los gobernantes se vulnerarían con total impunidad.
Por fin, luego de muchos días, se
aprobó un sistema que contemplaba una especie de división de
representantes del pueblo, que gobernarían para el pueblo.
Esto se fue produciendo poco a poco
durante unos 2 siglos, pero se llegó a concretar, incluso, contempló
el fin de la esclavitud por deudas, muy común en esa época.
Los grandes señores que ostentaban el
poder, fueron cediendo poco a poco ante las peticiones del pueblo,
hasta llegar a desarrollar la democracia.
Volviendo a nuestra época, defino este
sistema político así:
La
Democracia, esa vieja mentirosa que un día, siendo aún muy joven,
quizás con mas vino del debido circulando por mis venas y obnubilada
la mente, sin valorar las consecuencias, me invitó a aceptarla y la
acepté como solución a todos los males que padecía la sociedad.
Cuando desperté del letargo, muchos años después, me di cuenta
tarde como siempre, que junto con la democracia (aquella que se
inicia en las colonias Griegas de Asia menor allá por el siglo VII
antes de cristo, hecha extensiva a Grecia y Roma y en representación
de los intereses de las clases contrapuestas, y con el idílico
propósito de ser el poder del pueblo), había nacido también la
Demagogia, como principio para obtener un fin, o sea, ser depositario
del poder del pueblo que engañado y con mentiras, otorga sin
saberlo, un poder personal.
No
es mala la Democracia si en el empirismo hubiera basado su evolución,
pero resulta que sucedió todo lo contrario y, lejos de velar por el
pueblo como amo absoluto del poder democrático, se teorizó el
principio, dándole cada vez más poder al dirigente y menos al
pueblo que hoy, es sólo un instrumento manejable con mentiras, del
poder.
Para
aplicar bien un sistema político nuevo, se debe culturizar al
pueblo, porque si no es así, termina como ahora, en manos del
capitalismo que obra a su antojo, dejando a la democracia como algo
decorativo que todos invocan y nadie cumple con sus preceptos.
Las
leyes, antes de ser dirigidas al ordenamiento de los pueblos,
deberían ser estríctamente educativas, para adquirir primero, una
cultura exacta de como funciona el sistema, algo que hoy obviamente,
no existe.
Dentro
de lo que llamamos democracia, desgraciadamente existe muy poca
cultura, algo que redunda en la creencia de que el candidato, tiene
derecho a ostentar el poder, o un poder que no le corresponder.
Aparecen
entonces figuras extrañas como “dirigentes aforados” (o sea, si
cometen algún delito, para juzgarles tienen que pedir permiso al
congreso), las autonomías que manejan a su antojo, Televisiones y
Cajas de ahorro, etc. En una palabra, aparecen los privilegios, al
mismo ritmo que desaparece la Democracia.
Hoy
tenemos que más de medio mundo dice tener gobiernos democráticos,
entonces me pregunto, si es así, como puede ser que en plena crisis
mundial, los “multimillonarios” (aquellos que superan los
1.000.000.000 de euros) en plena crisis, hayan aumentados
escandalosamente.
La
solución a estos despropósitos está en nuestras manos, pues,
usémoslas y terminemos con tanta vileza que afecta siempre al
pueblo, ese al que le han hecho creer dueño de un poder que no
existe, porque le quitaron la capacidad de saber como se hace.
Mario
Masjoán
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